viernes, 19 de abril de 2013

El primer escrito......hace muchos años......

Manifiesto anecdótico del camino de crecer
 
 
Nace, tan pequeño como todos y ya en ese momento viene el primer contacto con el mundo y para el es como una sensación succionante (lo sacan con ventosas).
   Es aquí, quizás, el comienzo del trauma.
A una edad temprana sobreviene el segundo "trauma-tismo", en este caso es de manos de su hermano menor, del cual recibe una caricia férrea con el martillo de papa en el centro de su muy castigada cabeza.
   De esta época es su recuerdo del brazo izquierdo siempre sangrante con una herida eterna, efecto, sin duda, de su gran apetencia por abrazar el suelo y también por esta época fueron sus traumatismos de segunda categoría por intentar (al contrario de lo normal) aprender a montar en bici en medio de un frondoso pinar. Puede que la causa sea el que este infante con su mirada adusta e inteligente era en el fondo un deficiente metal profundo.
  A esto último quizá contribuyo el tercer "trauma-tismo" de manos también del mismo hermano ( hoy rebautizado por nuestro creciente como "agente traumático familiar") quién, en un infantil delirio de virilidad, mantenía con las manos sobre su cabeza una piedra de tamaño considerable con tal mala fortuna que vino a caer hacia atrás, y  ya se pueden imaginar que cabeza estaba detrás.
  Todo esto acontece en un pequeño pueblo aislado del mundo y olvidado de la mano de Dios donde sus padres ejercían como maestros de los infantes de las cuatro dispersas casas que allí habían.
 Y de pronto, cuando ya se sentía mas acogido y capaz de desenvolverse por si solo en su pequeño mundo, nuestro infante se traslada a otro pueblo mucho más grande donde toma contacto con otro mundo distinto a su pequeño reino.
  Su primer encuentro con el nuevo colegio y con el primer profesor que no era su padre no pudo ser más desafortunado.
  En su recuerdo perdura el "babi" a rallas y la pequeña puerta verde, que al abrirse le descubrió la existencia de multitud de hombrecillos vestidos también como el, y a la profesora mucho más grande que todos ellos.
  Ya antes de cruzar el umbral le invadió una sensación conocida y urgente.
  En esto la mano de la profesora se apoderó de la suya con un poder y una fuerza insospechada que lo llevó al interior del aula sin poder evitarlo. El sonido de la puerta al cerrarse le hizo sentir un escalofrío. Pero aún así, quizá hubiera aguantado, a no ser porque al observar la distribución de los hombrecillos vió que había dos grandes mesas, una de niños y otra de niñas, con tal mala fortuna que solo quedaba un sitio libre y era en la de niñas. No pudo mas que bajar la mirada al suelo y dejarse llevar por la fuerza letrada.
  Tan solo se hubo sentado volvió a la realidad y escuchó los comentarios y risas que no habían cesado desde que entró. Todo ello y quizás como una puerta de escape hizo que de pronto se sintiera mejor, pero eso si, un poco húmedo, y ese estado suyo alarmó sobremanera a sus mas inmediatas compañeras que no tardaron en dar la noticia, a lo que acompañó la reacción de la profesora y las risas de los, ya desde ese momento, odiados resto de hombrecillos uniformados.
  No se puede expresar con palabras la multitud de sensaciones que pasaron por nuestro hombrecillo en un instante, muchas de ellas, al crecer, le pondría nombres como vergüenza, pánico, impotencia, inferioridad, evasión deseada, etc.....
 
 
 


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