jueves, 29 de noviembre de 2012

LA GRUTA INTERIOR



LA GRUTA INTERIOR

E

n la gruta, la luz se tornaba de un tono gris siniestro,terrible y atrayente a la vez.

Sólo dudé un instante y me lanzé al interior.Despacio, sin miedo, sabiendo que me encontraría con mis demonios.

El trayecto, sinuoso, sólo dejaba entreveer sombras y moles de roca entraban en la luz como queriendo escapar de la roca madre que las aprisionaba.

Trás el primer recodo lo ví.Supe al instante quién era.Sentado en un trozo de roca, con un traje negro, camisa blanca, pelo engominado, buen plante y sonriente, sabiendose poderoso y admirado.Levantó la vista despacio y clavó sus ojos en los mios.

• Al fin llegas, me dijo, sabía que vendrías a mi, porque yo soy tú, he triunfado, todo está bajo mis pies, el mundo entero me admira, no respeto a nada ni a nadie, mi lema es ¡Yo! ante todo. Por mi culpa ha muerto mucha gente, por mi culpa otra gente morirá,porque todo es mio y no hay para nadie más.Sabía que vendrías al fin, este es tu destino, sabía que al fin elegirias mi camino.Entra pués,sientate conmigo, crece convirtiendote en mi y nadie podrá contigo.

• Te conozco demasiado, le dije, tánto como a mi mismo, yo te he hecho crecer en momentos de derrota, yo te he creado, pero al fin tienes vida propia y ahora puedo hablar contigo.He venido, si, he venido a decirte que te dejo, no elegiré tu camino, y tan sólo te dire que no me das pena, simplemente ¡te quiero!, no eres bueno, el camino que elegiste es macabro, pero te quiero aún asi.

Como suponía, en ese instante se borró su sonrisa y diciendo,¡No puedes quererme!.desapareció.

Erupción



Llevaba ya tres dias el Montano echando un humo anormalmente oscuro y espeso, pero ni esto, ni el intenso olor a azufre que se paseaba ya serpenteando por las calles del pueblo parecían afectar en su tradicional silencio al pueblo de San Cristobal. Este silencio era, quizá, lo que atraía a no pocos turistas a este lugar, era un silencio casi irreal y respetado a rajatabla por los actuales habitantes, esta norma no escrita tan solo se turbaba en una fecha:"La Feria de los cereales de San Cristobal", a la cual llegaban compradores de todos los puntos de la nación y todo el pueblo se sentía satisfecho de la importancia conseguida con su feria.

En esta ocasión, como pago al empeño puesto año trás año por los agricultores en conseguir más y mejores cosechas, se habían superado todas las previsiones, en la feria se presentó una de las mejores cosechas desde hacía muchos años.Todo fué vendido y a muy buen precio.quizá por esto ni siquiera que el Montano llevara tres dias echando humo alteró ese satisfecho silencio que llenaba todos los rinconess del pueblo.

Tan solo Pablo, el aprendiz de carpintero, se sentía más inquieto que de costumbre.Estaba excitado ante la idea de que algo fuera de lo común sacara de su mutismo al pueblo.Pablo no podía soportar ese aire de pueblo fantasma que adoptaba San Cristobal.Más de una vez había tenido problemas con los vecinos e incluso fué llamado por el mismísimo alcalde ante las persistentes quejas de algunos de ellos por la costumbre de pablo de dedicarse a sus labores de carpintería con inusitada energía en horas no habituales.Esto era, sin embargo, uno de los mayores placeres que Pablo se permitía.

Llevaba ya tres dias el Montano echando un humo anormalmente oscuro y espeso, con un intenso olor a azufre, pero esto no parecía inquietar a los actuales habitantes, ninguno de ellos había conocido nunca ningún peligro por parte del Montano.
Sólo los más viejos contaban una antigua leyenda oida de labios de sus abuelos en la cual se relataba que un "dragón" pasó una vez cerca del pueblo y exhaló su aliento escupiendo fuego sobre las escasas casas construidas destruyendolas en su mayoría, tan solo tres familias, mermadas en número sobrevivieron y volvieron a costruir sus casas, aquí, donde ahora esta el pueblo de San Cristobal.

Nadie hacía caso a esa antigua leyenda porque al fin y al cabo, los dragones no existen.

La sirena



La sirena

Yo tenía una sirena

alimentada de relatos

comía una vez al día

y si al fin quedaba despierta

gozoso yo la poseía.

Más siempre,

al fin,

dormía.

Acorté relatos, minimicé poemas

famélica mirada al amar tenía

imposible no sentir violar su cuerpo sutil.

Desistí,

alargué,

concedí,

amé al fin.

Relataba horas y horas

hasta al fin verla dormir

mi pasión se tornó amor

impensable casi en mi.

La sirena que yo amé

me enseñó un otro amor

más que mil veces mayor,

¡Ay de ti, mal narrador!.

F. Aparicio Carrión.

En la guarida del ogro



EN LA GUARIDA DEL OGRO

E


l día anterior, se había adentrado en el bosque para buscar buena tierra, allí, en la sombra estaba la mejor tierra, la húmeda, la negra, tierra viva que daba vida a sus plantas, al ogro le encantan las plantas.

Al volver a su guarida rompió los viejos tiestos y puso la tierra y las plantas en unos nuevos que habían sido decorados por los oscuros habitantes del bosque en la puerta de su guarida.

El ogro sonreía, todo esto lo hacía porque esperaba la visita de su hada amada, una casi etérea dama que lo visitaba y al mismo tiempo temía. Sonreía porque era difícil conseguir que el hada superara su temor y llegara a su guarida, pero esta vez seguro que vendría, barrió y limpió la guarida para que la dama tardara algo más en irse.

Ya era casi la hora, el hada estaba a punto de llegar, era el momento de cambiar otra vez, se tumbó sobre las hojas secas de su camastro y se concentró. Como siempre la transformación empezaba por los pies, por ser lo más fácil, poco a poco sus pies se fueron reduciendo y desapareció casi todo el pelo, así continuó el proceso hasta llegar a la cara que era la parte más lenta, difícil y dolorosa. Lentamente sonaron los cartílagos que eran lo que más le afeaban y la nariz tomó aspecto humano, las orejas se redondearon y los caninos perdieron sus puntas. Al fin, salió de su guarida y se observó en el arroyo; muy bien, incómodo pero muy bien. Pensó por un momento en esa capacidad suya que le había ayudado tanto en la caza. Recordó una vez en que se transformó en ciervo y se lanzó al bosque hasta la primera laguna donde estaban éstos cortejando a las hembras en celo, tuvo que enfrentarse con varios machos y casi pierde la batalla. Al fin, vencedor, se alejó con una hembra y la montó, aprovechando la postura para, tras recobrar los caninos, dar muerte con una húmeda y certera dentellada en su cuello. Tuvo comida para casi una semana.

Esta fue la primera vez en que notó flaquear sus piernas y casi se asustó, empezaba a cansarse demasiado pronto, lo inevitable estaba llegando, en unos cuantos años quedaría convertido en un inútil ogro viejo, a no ser, que siguiendo el libro de Orfill, realizara el ritual de purificación que prolongaría su vida y su fuerza una década más, para ello necesitaba beber sangre caliente de hada en noche de luna llena.

Había tenido realmente mucha suerte de haber conocido al hada, pues ciertamente las hadas escaseaban, al igual que los ogros. Fue una feliz casualidad aquella mañana en que decidió ir al bosque de la luz a por flores para sus macetas, también fue casualidad que decidiera transformarse en humano para ello, la razón era casi tonta, al ogro, cuando no tenía hambre le gustaba que se acercaran los animales del bosque y con su apariencia normal era imposible, pues todos le temían, así que se transformó y salió silbando.

Llevaba ya un buen rato cogiendo flores, a las que procuraba arrancar de raíz para luego poder plantarlas, cuando, de la espesura enfrente de él, oyó un grito y casi a la par vio un hada corriendo apresuradamente perseguida por otro ogro con su abominable aspecto. El hada instintivamente se dirigió hacia él pidiendo ayuda, él la puso tras de sí y con una gran rama arremetió contra el ogro, era un ogro viejo que buscaba desesperadamente un hada para purificarse y no pudo resistirse a los golpes, finalmente tuvo que transformarse en cuervo y salir huyendo. El hada, temblorosa aún, abrazaba al ogro dándole las gracias. El ogro inventó una historia, le contó que había sido expulsado del castillo de sus padres por amar a una villana y que no podría volver hasta pasados diez años, hacia ya tiempo que vivía en una guarida al otro lado del bosque de la luz en el límite con la sombra. El hada con un beso se despidió y suavemente se alejó.

No había pasado más de una semana cuando estando en la puerta de su guarida descansando, sintió el olor a hada, apresuradamente entró y se transformó lo más rápidamente que pudo, salió y se sentó de nuevo en su puerta, ya tenía al hada a la vista.




¡Hola!, dijo el hada.



¡Hola!, respondió el ogro.



Estaba recogiendo moras y pensé si no te gustarían. Casi me pierdo buscando tu casa.



Gracias, me encantan las moras, dijo el ogro echándose un puñado en la boca e intentando disimular el asco que le daban, él era carnívoro.

Así comenzó su relación que ya duraba largo tiempo, ella le traía moras y él disimulaba su asco quizás por esa extraña sensación que sentía cuando pasaba una semana y el hada no venía a visitarlo.

Esa rara sensación le había llevado incluso a transformarse en halcón y salir a cazar palomas, plato exquisito, y prepararlas con todo el esmero que sabía para ofrecérselas a su hada. Ella no ocultó su cara de asco y sólo dijo:"¿No sabes que las hadas no comemos carne?, además, no quiero que mates más animales".

Desde ese momento el ogro comía a escondidas y cuando sentía que venía se convertía en vegetariano por ella, pero de ello no se dio cuenta hasta pasado un tiempo en que se sorprendió pensando,

"¿por qué no la mato? ¿Por qué soporto el comer moras por ella?, Yo nunca he hecho nada por nadie, ¿por qué hago esto por ella?"

Nunca le enseñaron a poner nombre a esa sensación y esto lo turbaba, lo confundía y lo derrotaba. El ogro amaba al hada, pero esta noche era luna llena y debía purificarse, ya percibía su olor, su hada se acercaba...

Fulaca96 mas o menos........

De pequeño perseguí a los alados



De pequeño perseguí a los alados,

insensible e incansable guerrero,

exhausto y vencedor volvía siempre

de mis guerras de verano,

¡Yo, contra el alado!

Casi no había sangre,

y si la había, no era mía

Cruel cruzado germen de humano.

Un día ocurrió

un alado pequeño, malherido

Ciego del impacto vino a mí

Con los ojos vacíos vino a mí

Buscando ayuda vino a mí.

Reo ciego a verdugo desconocido;

Ese día siempre lo he amado

Mi llanto diluyó su sangre,

Su Muerte entró en mí

y de humano me hizo Hermano y,

A la guerra puso fin

Microrelato



La Rosa Escaldada

La calle era estrecha y solitaria. Acercándose, la mujer mas bella.

De pronto, se paró frente a mi oprimiéndose el pecho y gritando. Al instante se quitó la camiseta dejando caer una bolsita de té, aún humeante, que provenía de algún piso superior.

Pude ver una rosa escaldada entre dos maravillosas colinas blancas.

Ella, mascullando entre dientes, se volvió a poner la húmeda camiseta y aceleró el paso perdiéndose en la esquina.

Miré hacia arriba y deseé que el anónimo agresor disfrutara su té. Yo, como anónimo espectador busqué el primer bar y en agradecimiento pedí otro.

Fulgencio Aparicio Carrión

sábado, 24 de noviembre de 2012



EL BOOMERANG

L

o lanzó con todas sus fuerzas pero no consiguió que volviera a el tampoco esta vez. Lo había hecho de lo que tuvo más a mano, la espada rota del desván que debía pertenecer a un antiguo antepasado suyo, y que no entendía como había sobrevivido al tiempo en una vieja caja de madera sin que nadie hubiera pensado en soldarla, arreglarla, colgarla o tirarla. Él la encontró de casualidad cuando estaba, obligado por la señorita Lola, estudiando la geografía e historia de Australia.

Isidro era curioso por naturaleza, lo cual podría parecer normal para un niño de catorce años, era curioso en grado sumo, él quería ser investigador, ¿de qué?, no le importaba, lo variaba día a día según descubría nuevos campos de experimentación y conocimiento. Lo que no esperaba era el grado de fascinación que sintió cuando la señorita Lola les enseñó una lámina donde se veían a los aborígenes australianos cazando.

Al principio no le llamó la atención más que el gran parecido que presentaban con los monos, eran unas caras rarísimas para su mente investigadora. Evidentemente eran de un escalón anterior en la evolución, puesto que parecían tener mayor relación con chimpancés que con europeos como él. En el horizonte se veían ratones inmensos que Doña Lola llamó canguros y de pronto se fijó en una caña curvada que llevaba el aborigen ceñida en una especie de bañador roído. Doña Lola les explicó que era un boomerang, arma arcaica que al ser lanzada contra una presa en movimiento, y no conseguir acertarla, volvía solo a su dueño que no tenía que moverse en todo el proceso.

.

¿Cómo? - pensó Isidro- ¡pero señorita!. !- preguntó- ¿podría repetir?.

¿Qué quieres que repita?, Respondió Doña Lola.

Lo del palo que vuelve, ¿cómo puede ser, si es sólo un trozo de madera?.

Isidro, mira, yo no sé exactamente como es, pero sé, que al ser lanzado de una determinada manera avanza dando círculos sobre sí mismo y a su vez hace un círculo mayor por el que va y viene.

No lo entiendo señorita.

Mirad, os lo voy a dibujar.

Lola estaba ya un poco cansada de estos pequeños monstruos, pero su afán de explicarse, aunque fuera en temas no propios de su materia, la incitó a dibujar lo mejor posible un aborigen del cual salía una "ele" que avanzaba dando vueltas sobre si misma y rodeando la pizarra volvía a la mano que la lanzó.

¡Qué bueno!- pensó Isidro- esta tarde me hago uno. Con esto se pueden cazar palomas, gorriones, ¡todo! Y sin necesidad de moverse, no me lo creo, ¡no puede ser!, ¿Cómo va a volver?.

Y volvía, sí, pero diez metros a su derecha o diez a su izquierda. ¡Algo falla!. Exclamó Isidro con el brazo exhausto de tanto lanzamiento. Había cogido una rama, lo más parecida a la "ele" del dibujo. Probó un rato más con otra más abierta pero no era eso, ¡algo fallaba!.

Llegó a su casa con el brazo colgando pegado al cuerpo y quejándose de dolor, disimuló ante su madre. Ésta, lo recibió como siempre, con un beso y un bocadillo e Isidro preguntó: ¿está papá?.

Sí hijo, está arriba, anda, sube y salúdalo.

Su padre fumaba una pipa mientras leía a Borges en su sillón preferido. Sonrió al ver a su hijo y lo besó.

¿Qué tal campeón, cómo va todo?.

¿Papá, tu has hecho alguna vez un boomerang?, preguntó Isidro con esa confianza ciega en la omnipotencia y sabiduría paterna, que por otra parte va menguando con la edad y no sólo por ella.

Su padre lo miró sorprendido y al instante respondió:

Sí, ¡claro!, hace tiempo.

¿Y conseguías que volviera a tu mano?. Inquirió Isidro.

Pues claro hijo, de eso se trata.

Isidro, explicó aceleradamente a su padre sus vanos intentos y su padre, sintiendose padre y maestro a la vez le explicó que debería usar materiales más planos; que una rama era demasiado cilíndrica para volver con el ángulo correcto.

¡Claro!- pensó Isidro- ¡ya lo tengo!- no me digas más papá, y salió de la habitación casi corriendo.

Sin pensar en nada más subió al desván en busca de tablones viejos, de alguna caja que quedara almacenada o alguna cosa que pudiera servirle para construir un buen boomerang. Y allí estaba, una caja de tablones. Ya se disponía a desclavarlos cuando encontró dentro de ella, envuelta en unos trapos, la espada.

Era perfecta, plana y partida en dos trozos, eso era lo que buscaba, sólo había que atar lo dos tramos haciendo ángulo e incluso la podría lanzar por la empuñadura. Además, pensó, si afilo uno de los lados podrá cortar lo que encuentre al paso y así aunque no vuelva, ¡habré cazado!.

Ya había destrozado más de una rama de los árboles vecinos con su arma y asustado a una paloma que acudía a beber al arroyo. Necesitaba más fuerza, más potencia al lanzarlo, su mente no cesaba de pensar ¿cómo?.

La cámara de la bicicleta podría servir, era una bici que ya no usaba pero la cámara aunque pinchada podría ser una perfecta lanzadera. La cortó por el centro y ató cada uno de sus extremos a una rama de modo que quedara tenso; apoyó el boomerang por la parte no cortante y lo intentó. Al principio no avanzaba nada y además no giraba lo necesario, pero esta vez no fallaría. Había visto un grupo de palomas posadas en el sembrado que tenía delante y sólo veía alguna de sus cabezas; pensó, si lo lanzo bien y alzan el vuelo, puedo cazar alguna y llevárselas a mi padre, sé que le gustan los "pucheros de pichón" que le hacía mi abuela.

Empleó toda su fuerza, calculó el ángulo, calculó el giro y lanzó su arma.

Las palomas, asustadas, alzaron el vuelo, y el boomerang segó la cabeza de dos de ellas. Isidro vio sus cabezas subir y sus cuerpos bajar. Extasiado, clavó su mirada en donde caían sus cuerpos y por una vez no miró su arma, esta vez si lo había conseguido, el boomerang consiguió cazar y volvía a su amo, que esta vez no lo esperaba. Su cabeza subió y su cuerpo cayó.


Fulgencio Aparicio Carrión.

jueves, 22 de noviembre de 2012

A VER QUE DURA

Mi duración habitual en el gimnasio es de un mes. Espero durar más aquí......veremos.....