La sirena
Yo tenía una sirena
alimentada de relatos
comía una vez al día
y si al fin quedaba despierta
gozoso yo la poseía.
Más siempre,
al fin,
dormía.
Acorté relatos, minimicé poemas
famélica mirada al amar tenía
imposible no sentir violar su cuerpo sutil.
Desistí,
alargué,
concedí,
amé al fin.
Relataba horas y horas
hasta al fin verla dormir
mi pasión se tornó amor
impensable casi en mi.
La sirena que yo amé
me enseñó un otro amor
más que mil veces mayor,
¡Ay de ti, mal narrador!.
F. Aparicio Carrión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario